La música te ha enganchado, y cuando eso pasa, amigo, de ahí ya no se sale.
Cuando el veneno de la música entra en tus venas es para siempre. Es cierto que ha cambiado mucho la forma en la que nos acercamos a la música desde esos años en los que los que tenemos una edad nos sentábamos al lado de un “giradiscos” con la carpeta del vinilo que acabábamos de comprar en las manos alucinando con la imagen de los músicos y leyendo aquellas letras que se nos quedaban tatuadas en el cerebro. Ahora todo sucede delante de un ordenador, pero las sensaciones, la adicción y la admiración es la misma. Igual que la sensación de “eso lo quiero hacer yo” que le llega a una gran cantidad de gente que tiene el virus de la música ya muy dentro.
Aunque a Mike Portnoy cuando alucinaba viendo a sus adorados Kiss lo que más le llamara la atención fuera que se podía molar tanto sentado en una silla tras la batería mientras los demás se dejaban la piel corriendo por el escenario, a la inmensa mayoría lo que más le capta la atención es ese sonido que sale de las guitarras eléctricas. El vértigo de los solos, la contundencia de riffs que nos acompañarán para siempre: “Smoke on the Water”, “Enter Sadman”, “Highway to Hell”… y ahí estamos, con la mejor de nuestras sonrisas pidiendo una guitarra a los Reyes Magos, a Papá Noel… ahorrando poco a poco… Aunque…
El primer paso suele ser que nos llegue a las manos esa guitarra española.
Clásica, flamenca, criolla o como la quieras llamar (aunque hay diferencias), que nos acompañará en los primeros años de aprendizaje. De hecho creo que muchas veces puede ser muy positivo empezar por ahí el camino, ya que luego el paso a la guitarra eléctrica, si se da, es como bajarte del tren de cercanías y montarte en el AVE. ¡Wow!
Una guitarra puede ser la mejor de las compañías llegue a la edad que llegue, aprender dónde están las notas musicales, empezar a tocar las primeras canciones, juntarte con otros amigos que estén empezando y tener la sensación que llega cuando todo confluye… Eso sí, sin dejar de mirar de reojo las guitarras eléctricas de tus grupos favoritos, de tus guitarristas favoritos, porque ese es otro tema. Hace unos años pensar en comprar una guitarra eléctrica era pensar en un desembolso importante, más que un capricho, pero actualmente existen posibilidades al alcance de cualquier bolsillo con las que saciar nuestra sed de rock… punk, pop, metal o del género que más te guste.
Acompáñanos en este camino hacia el GAS, el “Gear/Guitar Acquisition Syndrome”, esa locura que llenará nuestra habitación de aparatos y cables que nos harán muy felices.